Consumo Colaborativo
Del Consumo Propietario al Consumo de Intercambio

"No dudes jamás de la capacidad de tan solo un grupo de ciudadanos conscientes y comprometidos para cambiar el mundo. De hecho, siempre ha sido así”. Margaret Mead

El pasado siglo XX se ha caracterizado por un impresionante avance de la ciencia y la tecnología que ha proporcionado a la humanidad una riqueza y un bienestar inimaginable. La posibilidad, para la mayoría de la población, de acceder a un elevado número de bienes y servicios nos ha llevado a pensar que estamos en el “mundo de Jauja”.

Este modelo económico, que podemos denominar consumo propietario, basado en la posesión y el disfrute, consiste en comprar, usar, consumir, tirar, comprar, guardar,…  podríamos sintetizar lo en expresiones como la “Cultura del derroche” o la “Cultura de usar y tirar”. Un banquero reflejaba con claridad este modelo cuando afirmaba que los ciudadanos debían cambiar de automóvil cada 2 ó 3 años para mantener engrasada la maquinaria económica. No puede, por tanto, extrañarnos que en el hogar de una familia de clase media puede haber del orden de 3.000 a 4.000 objetos, quince veces más que en el hogar de sus abuelos.

Pero en los comienzos del siglo XXI ha aflorado una crisis económica mundial que pone de manifiesto la imposibilidad de mantener los niveles de producción de bienes y servicios debido a la escasez y elevado coste de las materias primas, al consumo de energía que se precisa y a los problemas de contaminación que originan los vertidos y los desechos. 

Para poner freno a este derroche, personas y grupos sociales llaman la atención sobre la necesidad de una reflexión y un cambio en el modelo económico. E Internet y las redes sociales se han convertido en un trampolín esencial tanto para la difusión de las ideas como para poner en funcionamiento propuestas, alternativas y movimientos nuevos. Pero además, los impulsores del nuevo modelo de consumo, defienden un reparto más equitativo de los bienes y servicios y un abaratamiento de los mismos para que pueda llegar a sectores de población más desfavorecidos.  En este sentido, encontramos en Internet ejemplos de software  de código abierto (open source) como la enciclopedia Wikipedia,  el navegador Firefox o el sistema operativo Linux, para que puedan ser usados y mejorados por cualquier persona. 

A esta nueva forma de entender la vida y la economía se la conoce como consumo colaborativo (Collaborative consumption), término acuñado por Ray Algar en 2007, que se fundamenta en la idea y la necesidad de pasar de un modelo basado en el consumo individual y exclusivo a un modelo basado en el uso compartido, el trueque, el préstamo o el alquiler de los bienes y los servicios, potenciado por las redes sociales de comunicación y las plataformas peer-to-peer. 

La socióloga norteamericana Rachel  Botsman, publicó en 2010 el libro What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption, en el que concreta las características de este movimiento, basado en la idea de poseer menos y compartir más. 

El consumo colaborativo esuna forma de economía, que tiene muchos puntos en común con formas económicas del pasado como el trueque o el préstamo y que, en la actualidad siguen utilizan muchas personas cuando prestan el coche, la cámara fotográfica, un libro, el ordenador, una escalera, una herramienta eléctrica, una tienda de campaña, una prenda de vestir, ... De hecho, las primeras sociedades humanas se basaban en la propiedad común y el consumo colaborativo. Con el desarrollo de la humanidad, aparece el deseo de la propiedad privada (“tanto tienes, tanto vales” dice una canción) y el afán de posesión.   

La citada socióloga norteamericana Rachel Botsman suele presentar este ejemplo a las personas que asisten a sus conferencias. “Levantad la mano todas las personas que tenéis una taladradora en vuestra casa (...).  Y añade, “pues bien, por lo general, un ciudadano corriente utiliza esta herramienta unos 12-13 minutos en toda su vida. Y es que estamos confundiendo los términos. Lo que realmente la persona necesita es un agujero, no la máquina”. 

En opinión de la revista Time, este modelo de consumo, que está adoptando formas muy distintas, es una de las diez ideas que cambiarán el mundo. 

Esta idea del consumo colaborativose ve reforzado por la crisis económica y apoyada por las nuevas tecnologías y las redes sociales que permiten aflorar  un modelo económico en el que la propiedad ya no es tan importante como el disfrute y la reutilización de los bienes. 

El movimiento ya está asentado  en Europa y Estados Unidos desde hace varios años y gracias a Internet surgen cada  día nuevas redes de consumidores alternativos. Un ejemplo de este movimiento es Coach Surfing que permite interconectar  a personas de todo el mundo que buscan alojamiento gratis. El sistema consiste en ofrecer un sillón, un sofá o una cama a viajeros anónimos y para garantizar la honorabilidad del huésped, el sitio web posee un sistema de calificación de los usuarios. 

Compartir se convierte así, en la respuesta a la espiral de consumismo, lo que se traduce en una compra más responsable y un consumo más sostenible. El objetivo es aprovechar al máximo lo que ya se tiene o conseguir lo que hace falta sin entrar, en muchos casos,  dentro del circuito comercial. Desde los enormes mercados como eBay o Craiglist, pasando por sectores emergentes como el social lending, el viaje peer-to-peer  y el car sharing, el consumo colaborativo desbarata los modelos de negocio obsoletos y reinventa no solo lo que la gente consume, sino cómo lo consume.

Formas de consumo colaborativo

Como señala la socióloga Rachel Botsman, las múltiples posibilidades del consumo colaborativo se pueden agrupar en tres grandes campos: el mercado de la redistribución, el estilo de vida colaborativo y el servicio de producto. 

1. Mercado de la redistribución 

Consiste en poner a disposición de otras personas, objetos, máquinas, herramientas que ya no nos sirven (segunda mano, trueque, regalo…). Se trata de alargar el ciclo de vida de un producto y reducir el derroche. 

Lo cierto es que este mercado viene funcionando desde hace muchos años a través de mercados y mercadillos de segunda mano. ¿Quién no intercambió cromos en sus tiempos de niño/a, o no ha acudido a los anuncios por palabras de los periódicos, sobre todo los de ámbito local o provincial, para comprar, vender o arrendar un producto o servicio. Internet nos ofrece las opciones de vender un objeto (web eBay), cambiarlo por otro (web thredUP para ropa de niño) o regalarlo (web Freecycle).  

Como reitera Rachel Botsman es una forma de alargar la vida de los objetos, incorporando una 5ª “R”: reducir, reutilizar, reciclar, reparar y redistribuir.

2. Estilo de vida colaborativo

Consiste en compartir e intercambiar propiedades y habilidades con una o más personas, ya sea dinero, destrezas, alojamiento, tiempo, … En este apartado se pueden dar muchas situaciones diferentes, tanto a nivel local o de barrio como a nivel más global:

- Los centros de coworking permiten compartir una oficina a profesionales de diversas áreas: freelance, creativos, emprendedores, etc. Proporcionan un escritorio individual, acceso a internet y otros servicios..  Además de posibilitar unos medios a un coste accesible, fomentan la colaboración, el trabajo en un espacio comunitario y multidisciplinario. (Coworking Barcelona).  

- El couchsurfing  se basa en crear comunidades de personas dispuestas a acoger a otros usuarios en su casa cuando viajan, solamente para dormir y sólo una o dos noches. Para ello, existen  bases de datos online que informan de las ofertas existentes en el lugar donde se va a viajar. Existen unos cánones de seguridad para la protección de datos y de verificación de fiabilidad de los usuarios.                                                                                                                                            

- Los bancos de tiempo permiten intercambiar tiempo de trabajo entre diferentes personas y profesionales, es decir, cruzar servicios o favores entre personas y profesionales que requieren de tiempo para llevarlos a cabo. Esta es una práctica que siempre ha existido, sobre todo en localidades pequeñas, en urbanizaciones y  en círculos de amistades. Un fontanero puede arreglar una avería en la vivienda o la consulta de un dentista a cambio de una revisión odontológica.

- El landshare (sharedeerth) es un sistema que permite  poner en contacto a gente que quiere cultivar un huerto de propiedad privada o bien de propiedad municipal. Berlín, Londres y Vitoria son las tres ciudades europeas donde mayor número de huertos hay, tanto en las zonas exteriores como en el interior. En Vitoria existen numerosos espacios destinados a niños, mayores, enfermos y público en general. Esta práctica se está extendiendo por toda la geografía española. 

- El crowdfunding  consiste en colaborar en la financiación de todo tipo de proyectos. Estas plataformas alojan  ideas y proyectos que exponen al público con la finalidad de obtener recursos para su financiación. Lo importante es que se expone el importe del proyecto y las personas pueden hacer aportaciones parciales.  En diciembre de 2010 se crearon en España las web Lanzanos y Verkami plataformas a disposición de los creadores del país. A finales de 2011 aparecen La Butaca Escarlata y Goteo. La mayoría de las plataformas de financiación contienen un mecanismo de seguridad, ya que si el objetivo económico del proyecto no es alcanzado en el plazo requerido las donaciones no son cobradas a los colaboradores o inversores.

- El lending club consiste en prestarse dinero entre particulares, siguiendo el modelo P2P (peer-to-peer). Puede ser directamente entre particulares o a través de una organización. El préstamo se puede realizar por altruismo o para obtener un beneficio. En este segundo caso, el prestamista puede obtener un interés más alto que los que ofrecen los bancos, mientras que para la persona que necesita el crédito lo puede encontrar con interés igual o inferior al del banco. En muchos casos, se trata de préstamos que no realizaría un banco como ayudar a una persona a completar unos estudios, a realizar una investigación, a escribir un libro,a crear un grupo de teatro, a montar una empresa, etc. 

- El bike sharing , servicio de préstamo de bicicletas y el car sharing, alquiler de coches por periodos cortos de tiempo. La modalidad carpooling fomenta el viaje compartido en automóvil, muy extendido en Estados Unidos, Canadá y en la mayoría de los países de la Unión Europea. En algunas ciudades de nuestro país, se habilitan carriles especiales para la circulación de vehículos de alta ocupación, tanto en el acceso a la ciudad como en las vías principales de circunvalación. 

- El alquiler y venta de objetos entre particulares. Una web se promociona diciendo que el 77% de los internautas encuestados consideran que vender regalos de segunda mano permite evitar el despilfarro y ahorrar, al mismo tiempo que se hace feliz a los demás. Una de las páginas más destacadas en este sector es eBay, aunque existen otras en Internet, en una modalidad en crecimiento. 

- El free cycle es una red internacional que permite canjear todo tipo de productos a través de Internet para reducir el volumen de basura. Cuenta con más de 8 millones de miembros en 86 países, que intercambian/regalan anualmente más de 9 millones de artículos. Si apiláramos todo esto en la basura se alcanzaría una altura 7 veces superior al Everest!!!

- La swaptree es un modelo de web especializada en el intercambio de artículos, especialmente libros. 

Y cualquier otra posibilidad de optimización de los recursos como compartir una plaza de aparcamiento, o un trastero donde guardar cosas; intercambiar o compartir una casa en vacaciones,  intercambiar herramientas entre vecinos, préstamos entre particulares; intercambiar juguetes, oferta de servicios (fisioterapeuta, informático, traductor/a, etc.), servicios sociales, viajar en un coche compartido  … 

3. Servicio de producto 

Se basa en comerciar con servicios, no con productos, es decir, utilizar un producto sin necesidad de comprarlo. Esta modalidad está muy extendida en la sociedad actual, en servicios con gran demanda como el taxi, la lavandería o la peluquería; alquilar una bicicleta, un coche o un equipo para pintar la casa. Pero la tendencia actual es ampliar a otras herramientas y artículos que se utilizan en momentos puntuales y se guardan durante temperadas largas: bolsos, corbatas, trajes de gala, vestidos, zapatos, bolsos, relojes, etc.  

En síntesis, en los últimos años, se viene desarrollando una dinámica con un enorme impacto comercial y cultural, donde el énfasis se pone más en el disfrute de los bienes y servicios, y no en su posesión.  Como señala  Rachel Broman la tecnología de la información y la comunicaciónposibilita la confianza entre extraños. La reputación se va a convertir en el valor que permite acceder al consumo colaborativo. Esta nueva moneda social, por así decirlo, podría llegar a ser tan poderosa como la capacidad crediticia actual. Ahora vivimos en una aldea global donde se pueden imitar las relaciones económicas, sociales y culturales, que antes se tenían cara a cara. Pero a una escala y de forma que antes no había sido posible. 

Estamos en un periodo de transición que nos llevará desde una etapa de consumo exagerado hacia otro sistema más sostenible nacido para cubrir nuestras necesidades innatas. 

Y lo curioso, es que las redes sociales y las tecnologías de tiempo real nos están permitiendo recuperar formas del pasado: al trueque, a intercambiar, a compartir, pero reinventados en formas dinámicas y atractivas gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Lo que resulta fascinante.

En un artículo del New York Times sobre el consumo colaborativo se afirmaba que “compartir es a la propiedad, lo que el iPod al cartucho de ocho pistas, o la energía solar a la mina de carbón”.

Es en las generaciones más jóvenes donde es más marcado el cambio en cuanto a la idea de la propiedad, donde prevalece la idea del uso frente a la propiedad, “donde el acceso es mejor que la propiedad”. Lo que importa es el servicio o satisfacción que nos produce y no su propiedad. Como señala el  sociólogo y economista Jeremy Rifkin en su trabajo La era del acceso, la revolución de la nueva economía  “cada vez tiene menos sentido tener, retener y acumular en una economía en la que el mismo cambio es la única constante” y, por tanto, es necesario un desplazamiento desde un régimen de propiedad de bienes hacia un régimen de acceso que se sustenta en garantizar el uso limitado y a corto plazo de los bienes que nos aportan valor en un determinado momento.

Detrazos Diseño e Internet